Un día cualquiera, un día como hoy mejor dicho (que no es cualquiera, tú comprenderás) vino Simón y se quedó a mi lado mirando qué hacía o qué hacer.
Le pregunté ingenuamente sin siquiera intuir lo que escondía tras esa sonrisa exquisita, me respondió como si nada, como respondería después de algo así como ¿quieres plátano? o cualquier otra patraña cotidiana, pero no, era harto más que eso. Entonces supe que todo esto ya era para ti mucho antes de que él viniera a buscarme.
- Eres feliz?
- Sí
- Y porque eres feliz?
- Porque no estoy triste
***
A Pablo, por los años que pasaron y por los que vienen.