sábado, mayo 20

Destrozados (o en trocitos)




La culpa la tenía el espejo y Nelly no lo sabía.
El espejo de su pieza se tragaba todos los discursos que noche tras noche ensayaba sin tregua, preparando, anticipando y trazando en el aire los sonidos que Martín escucharía cuando se volvieran a encontrar.
Casi le parecía una canción memorizada pero, llegado el momento, se quedaba sin palabras. No porque no tuviera qué decir, ni porque Martín hablara mucho como coartándole el diálogo, sino porque en esos momentos, lejos de su casa y de su espejo, las palabras se esfumaban.
Cualquiera diría que los nervios la traicionaban o que Martín era un galán excepcional y especialista en dejarla en blanco. Ella sabía que no. Tenía un par de cosas bien importantes que decirle a ese “galán” engreído y poco serio en los momentos precisos.
Otra noche frente al espejo. Una vez más se encontraba preparando todas las respuestas posibles y las imposibles también, los gestos, el movimiento de sus ojos y sus labios. Tan fácil , tan claro se veía todo refugiada en su reflejo.
Lo que ella no sabía era que su inerte espejo todo lo tragaba por un misterioso conjuro quizás que Nelly ignoraba. Solo saldría de su enredo cuando pudiera improvisar algunas osadas líneas en esa relación enfermiza que ya dejaba bastante que desear, o simplemente cuando dejara de hablarle al espejo.
Tiempos le costó entenderlo. Un día, fue tanta su rabia al volver a casa que no soportó ver su cara enlagrimada y lo quebró de un solo golpe.
Al otro día rompió con Martín.
Y así fue como Nelly, Martín y el espejo, siguieron viviendo en trocitos.

No hay comentarios.: